Pintura Digital
caballeria en Cuba (1895-1898) |
INTRODUCCIÓN
Auspiciados por el "El INFANTE -Figuras y objetos militares de colección" hemos realizado este nuevo trabajo dedicado a la Caballería Española. Si en otra ocasión pintábamos al Regimiento Alcántara cargando contra los rifeños de Abd-el-Krim, tocaba ahora trasladarnos al otro lado del Atlántico para ilustrar a la caballería expedicionaria del Ejército Español en Cuba (1895-1898), en una de las múltiples acciones sostenidas contra los mambises en la última guerra librada por España en suelo americano. Las fuentes para realizar la pintura han sido tomadas de las espléndidas figuras de la
Colección El Infante -Uniformes de Caballería de Cuba y Filipinas-
.
La Guerra de Cuba ofreció, hasta la entrada en las hostilidades del gigante norteamericano, el aspecto de una guerra irregular contra un enemigo escurridizo, conocedor del terreno y perfectamente aclimatado a las características geográficas del medio en que se desarrollaba la lucha. La respuesta del Ejército consistió en la creación de espacios de aislamiento de la insurgencia basados en las famosas trochas, o líneas defensivas de fortines, baluartes y obstáculos guarnecidos. En estas áreas de confinamiento estratégico debían operar ofensivamente columnas móviles en persecución y destrucción de las partidas aisladas. Sobre estas concepciones ofensivo-defensivas se desarrollaron los duros combates por el control de la Isla de Cuba.
Centrándonos en la actuación de la caballería en Cuba, debemos tener en cuenta que, por un lado, las innovaciones tecnológicas del siglo XIX introdujeron cambios profundos en la organización y táctica militar que acabaron por modificar sus principios de empleo; por otro lado, los mambises evitaban encuentros decisivos con las fuerzas regulares del Ejército, circunstancia que unida a las características del teatro de operaciones, impedía la utilización de formaciones compactas de masas de jinetes en carga contra el enemigo. Por ello, y aun cuando no faltaron en Cuba los choques tradicionales del Arma de Caballería, las misiones fundamentales que inicialmente le fueron asignadas a los 1500 jinetes de los regimientos Pizarro y Hernán Cortés de guarnición en la isla, serían la escolta de convoyes, la formación en columnas volantes de infantería con apoyo artillero ligero, y vigilancia móvil de las líneas de trocha.
Pese a estas disposiciones iniciales, pronto se vio la insuficiencia de unidades montadas para sofocar una rebelión que hacía profusa utilización del caballo, por lo que fueron paulatinamente aumentadas desde la península hasta alcanzar los 8000 hombres a finales de 1895, si bien los problemas de remonta neutralizaban en gran medida tales refuerzos. Por lo demás, el fracaso del general Martínez-Campos en resolver la cuestión cubana y la llegada del general Weyler para sustituirle en febrero 1896, supusieron un notable impulso para la Caballería, pues el nuevo Capitán General de Cuba comenzó a utilizar metódicamente el Arma en misiones de exploración, reconocimiento, persecución y empleo en fuerza, creando un sistema que integraba contraguerrillas montadas de voluntarios leales al gobierno. Para ello, en las unidades de caballería fueron sustituidas lanzas y machetes por el sable, dotándose además a las fuerzas montadas del fusil Maüser; también se adaptaron los uniformes y equipos a las condiciones climáticas y del terreno. Ahora, se buscaba activamente al enemigo mediante fatigosas y tenaces marchas y contramarchas para, una vez localizado y si las circunstancias lo permitían, cargar sobre él a fin de destruirlo y dispersarlo.
Sobre este nuevo esquema, pensado para un empleo más eficiente de la caballería, se produjeron numerosos choques entre el Ejército y la insurgencia, batiéndose numerosas partidas y fraccionando otras en pequeñas bandas que facilitaban su aniquilación: por un momento, al menos en la parte occidental de la Isla, la marcha de los acontecimientos militares parecían prometedores. Sin embargo, las complicaciones políticas internacionales aislaban a España del resto de mundo, mientras desde los Estados Unidos los insurgentes seguían recibiendo aliento moral para la lucha y, sobretodo, los hombres, armas y municiones que les permitía su prolongación. En el orden interno, la crisis política derivada del asesinato de Cánovas de Castillo en agosto de 1897, condujo a la sustitución de Weyler por el general Blanco, cuyas primeras disposiciones en el aspecto militar redujeron la actividad ofensiva de su predecesor, ordenándose acantonar numerosos escuadrones del Arma.
Aún así, no faltaron en este periodo final de la dominación española en Cuba destacadas actuaciones de caballería contra los partisanos independentistas, como la de enero del 98 del general Jiménez Castellanos contra el gobierno insurrecto establecido en La Esperanza: al mando de una columna de casi 3000 hombres, de los cuales 400 eran fuerza montada, y tras superar enormes dificultades impuestas por el terreno y el enemigo, logró batir, desalojar y perseguir al autoproclamado Gobierno Cubano, causándole gran cantidad de bajas.
A pesar de todo, como rezaba un depresivo eslogan de la época, el sol se estaba poniendo para España: El 15 de febrero de 1898, el acorazado Maine, de bandera estadounidense, volaba por los aires en la bahía de La Habana y, poco después, los Estados Unidos decidían, con el tronar de los cañones y el repicar de sus fusiles, el resultado definitivo de la contienda. En diciembre de 1898 España firmaba los Acuerdos de París y cedía Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a los Estados Unidos de Norteamérica. Irónicamente, los mambises descubrieron demasiado tarde que su sangriento forcejeo por la libertad cubana no fue otra cosa que un cambio de amos. Así, cuando el ejército estadounidense tomó Santiago de Cuba y prohibió a los cubanos su entrada en la ciudad, el líder mambí Calixto García protestó amargamente ante el general Shafter y presentó su renuncia: el juego de la gran potencia norteamericana quedaba descubierto.
La pintura ha sido confeccionada trabajando digitalmente una base de grafito, es decir, sobre el esquema de dibujo a lápiz, se ha utilizado una paleta de colores digitales que han sido aplicados en capas con pacientes movimientos de ratón. El resultado es un archivo de alta resolución que permite su utilización para reprografía en múltiples formatos y soportes.
Actualmente se ofrece en dos tamaños: 50x23 cm y 70x32 cm, en impresión de gran calidad en papel Canson de 350 gr/m2. El resultado es excelente y está disponible en "El INFANTE -Figuras y objetos militares de colección".
LA CABALLERÍA EN CUBA
Con la arenga revolucionaria de Flor Combert en el mismo lugar del Grito de Yara diecisiete años atrás, comenzaba el 3 de enero de 1895 el alzamiento por la independencia de Cuba. Tras la propagación de la insurrección por toda la manigua, el Ejército Español se movilizaba para restablecer el orden y someter la isla a la autoridad del gobierno. Sin embargo, la Guerra de Cuba (1895-1898) habría de acabar con una amarga derrota cuando los EE.UU se involucraron en el conflicto y desalojaron a España de Cuba y Puerto Rico. La larga lucha contra la insurrección independentista, las enfermedades tropicales y finalmente los yanquis, ocasionaron a España la pérdida de miles de vidas, el hundimiento del grueso de su flota y la ruina de su economía. El impacto del desastre del 98, que incluía la pérdida de Filipinas, generó una crisis nacional de gran trascendencia para el futuro.La Guerra de Cuba ofreció, hasta la entrada en las hostilidades del gigante norteamericano, el aspecto de una guerra irregular contra un enemigo escurridizo, conocedor del terreno y perfectamente aclimatado a las características geográficas del medio en que se desarrollaba la lucha. La respuesta del Ejército consistió en la creación de espacios de aislamiento de la insurgencia basados en las famosas trochas, o líneas defensivas de fortines, baluartes y obstáculos guarnecidos. En estas áreas de confinamiento estratégico debían operar ofensivamente columnas móviles en persecución y destrucción de las partidas aisladas. Sobre estas concepciones ofensivo-defensivas se desarrollaron los duros combates por el control de la Isla de Cuba.
Centrándonos en la actuación de la caballería en Cuba, debemos tener en cuenta que, por un lado, las innovaciones tecnológicas del siglo XIX introdujeron cambios profundos en la organización y táctica militar que acabaron por modificar sus principios de empleo; por otro lado, los mambises evitaban encuentros decisivos con las fuerzas regulares del Ejército, circunstancia que unida a las características del teatro de operaciones, impedía la utilización de formaciones compactas de masas de jinetes en carga contra el enemigo. Por ello, y aun cuando no faltaron en Cuba los choques tradicionales del Arma de Caballería, las misiones fundamentales que inicialmente le fueron asignadas a los 1500 jinetes de los regimientos Pizarro y Hernán Cortés de guarnición en la isla, serían la escolta de convoyes, la formación en columnas volantes de infantería con apoyo artillero ligero, y vigilancia móvil de las líneas de trocha.
Pese a estas disposiciones iniciales, pronto se vio la insuficiencia de unidades montadas para sofocar una rebelión que hacía profusa utilización del caballo, por lo que fueron paulatinamente aumentadas desde la península hasta alcanzar los 8000 hombres a finales de 1895, si bien los problemas de remonta neutralizaban en gran medida tales refuerzos. Por lo demás, el fracaso del general Martínez-Campos en resolver la cuestión cubana y la llegada del general Weyler para sustituirle en febrero 1896, supusieron un notable impulso para la Caballería, pues el nuevo Capitán General de Cuba comenzó a utilizar metódicamente el Arma en misiones de exploración, reconocimiento, persecución y empleo en fuerza, creando un sistema que integraba contraguerrillas montadas de voluntarios leales al gobierno. Para ello, en las unidades de caballería fueron sustituidas lanzas y machetes por el sable, dotándose además a las fuerzas montadas del fusil Maüser; también se adaptaron los uniformes y equipos a las condiciones climáticas y del terreno. Ahora, se buscaba activamente al enemigo mediante fatigosas y tenaces marchas y contramarchas para, una vez localizado y si las circunstancias lo permitían, cargar sobre él a fin de destruirlo y dispersarlo.
Sobre este nuevo esquema, pensado para un empleo más eficiente de la caballería, se produjeron numerosos choques entre el Ejército y la insurgencia, batiéndose numerosas partidas y fraccionando otras en pequeñas bandas que facilitaban su aniquilación: por un momento, al menos en la parte occidental de la Isla, la marcha de los acontecimientos militares parecían prometedores. Sin embargo, las complicaciones políticas internacionales aislaban a España del resto de mundo, mientras desde los Estados Unidos los insurgentes seguían recibiendo aliento moral para la lucha y, sobretodo, los hombres, armas y municiones que les permitía su prolongación. En el orden interno, la crisis política derivada del asesinato de Cánovas de Castillo en agosto de 1897, condujo a la sustitución de Weyler por el general Blanco, cuyas primeras disposiciones en el aspecto militar redujeron la actividad ofensiva de su predecesor, ordenándose acantonar numerosos escuadrones del Arma.
Aún así, no faltaron en este periodo final de la dominación española en Cuba destacadas actuaciones de caballería contra los partisanos independentistas, como la de enero del 98 del general Jiménez Castellanos contra el gobierno insurrecto establecido en La Esperanza: al mando de una columna de casi 3000 hombres, de los cuales 400 eran fuerza montada, y tras superar enormes dificultades impuestas por el terreno y el enemigo, logró batir, desalojar y perseguir al autoproclamado Gobierno Cubano, causándole gran cantidad de bajas.
A pesar de todo, como rezaba un depresivo eslogan de la época, el sol se estaba poniendo para España: El 15 de febrero de 1898, el acorazado Maine, de bandera estadounidense, volaba por los aires en la bahía de La Habana y, poco después, los Estados Unidos decidían, con el tronar de los cañones y el repicar de sus fusiles, el resultado definitivo de la contienda. En diciembre de 1898 España firmaba los Acuerdos de París y cedía Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a los Estados Unidos de Norteamérica. Irónicamente, los mambises descubrieron demasiado tarde que su sangriento forcejeo por la libertad cubana no fue otra cosa que un cambio de amos. Así, cuando el ejército estadounidense tomó Santiago de Cuba y prohibió a los cubanos su entrada en la ciudad, el líder mambí Calixto García protestó amargamente ante el general Shafter y presentó su renuncia: el juego de la gran potencia norteamericana quedaba descubierto.
SOBRE LA LÁMINA
La lámina que preside esta entrada ilustra una de las múltiples acciones en las que tuvo que emplearse la caballería durante la Guerra de Cuba: un escuadrón de las columnas que perseguían a los mambises cubanos se lanza al galope contra el enemigo.La pintura ha sido confeccionada trabajando digitalmente una base de grafito, es decir, sobre el esquema de dibujo a lápiz, se ha utilizado una paleta de colores digitales que han sido aplicados en capas con pacientes movimientos de ratón. El resultado es un archivo de alta resolución que permite su utilización para reprografía en múltiples formatos y soportes.
Actualmente se ofrece en dos tamaños: 50x23 cm y 70x32 cm, en impresión de gran calidad en papel Canson de 350 gr/m2. El resultado es excelente y está disponible en "El INFANTE -Figuras y objetos militares de colección".
ENTRADAS EL INFANTE
- Derribo aéreo sobre Sigüenza
- El Paso del Estrecho (julio-agosto 1936)
- La carga del Regimiento Alcántara
- Banderas de la Guerra Civil Española
- Uniforme Rayadillo de Cuba
Extraordinaria pintura Epica
ResponderEliminar