Fiesta del Corpus en el Departamento Naval de Cádiz
Cartón para óleo exclusivos con las siguientes finalidades:
PINTURAS AL ÓLEO: Tamaño: A partir de 46 x 38 cm; Soporte: Tabla entelada; Precio: Desde 290 Euros + gastos de envío.
REPRODUCCIONES Y LÁMINAS: Tamaños: Desde A3 en adelante (normalizados o personalizados); Soportes: Papel, cartón pluma, lienzos con o sin bastidor, tabla entelada, vinilo, etc, etc.; Precio: Desde 10 Euros + gastos de envío.
Según las previsiones de la Ordenanza Naval de 1802, los buques de la Armada Española debían engalanarse con banderas y gallardetes en ocasiones festivas especiales. Para todas los dominios de la Monarquía Católica Española, estos días singulares eran las fiestas del Corpus Christi, Inmaculada Concepción y Santiago Apóstol, además de las fechas del cumpleaños del Rey, de la Reina y del Príncipe de Asturias. Cuando había varios buques surtos en puerto, el empavesado sólo correspondía a los barcos de los tres comandantes más antiguos.
Con esta pintura militar hemos querido ilustrar una escena festiva de esta naturaleza: dos navíos de la Armada Española, un dos puentes y un tres puentes, fondeados en la bahía de Cádiz en un luminoso amanecer del mes de junio, largan sus banderas de señales, gallardetes y pabellones para celebrar alegremente la solemne festividad del Corpus Christi.
La fragata blindada Numancia fue el primer barco de hierro en dar la vuelta al mundo. Construida en Francia (Toulon-1863) por encargo del gobierno español, tenía una eslora de casi 100 m y desplazaba unas 7.400 tm, siendo uno de los más innovadores barcos de guerra de aquel entonces y uno de los pocos buques españoles que contaba con electricidad a bordo.
El 20 de diciembre de 1864 la Numancia entraba en Cartagena para ser asignada oficialmente a la Marina de Guerra Española; de allí se trasladaría poco después a Cádiz para entregarla al mando del capitán de navío D. Casto Méndez Núñez, el cual debía incorporarla a la Escuadra del Pacífico: le esperaba una larga travesía no exenta de afanes marineros, aventuras y múltiples incertidumbres para un buque de sus novedosas características constructivas.
Así, el 4 de febrero de 1865 partía desde Cádiz rumbo al sur para asomarse al Océano Pacífico a través del Paso de Magallanes. Arribó primero a Montevideo el 13 de marzo de 1865, de donde salió hacia el desafío austral acompañado del vapor de ruedas Marqués de la Victoria, que le permitiría carbonear en alta mar. Tras superar la navegación de las angosturas patagónicas y dejar a popa al Océano Atlántico, viró al norte para presentarse en son de guerra ante los puertos de Valparaíso y El Callao (31 de marzo y 2 de mayo de 1866), causando el asombro de cuantos dudaban que un barco metálico del porte de la Numancia fuese capaz de realizar aquella travesía.
Cumplido así el primer objeto de su navegación, la Numancia participó activamente en el Combate del Callao, siendo alcanzada por un grueso proyectil de 450 libras disparado desde uno de los fuertes defensores, amén de otros 50 de menor calibre. Sin embargo, su cinturón blindado de 13 cm de espesor logró neutralizar los efectos demoledores que un impacto de esa naturaleza habría tenido en un barco enteramente de madera. Este episodio, en el que el propio Méndez Núñez resultó herido, hizo de la fragata Numancia el primer barco blindado oceánico en entrar en combate y el primero también en recibir un impacto artillero de grueso calibre. Tras el duelo artillero, la fragata Numancia restañó sus heridas en la Isla de San Lorenzo y continuó su periplo hacia Filipinas. Le acompañaban la goleta Vencedora y el vapor Marqués de la Victoria.
En Manila estuvo hasta mediados de enero de 1867, desde donde zarpó regreso a España por la ruta que pasando por Java dobla el Cabo de Buena Esperanza. Al llegar e este punto hubo de poner proa a Río de Janeiro para reforzar la escuadra al mando del ya Brigadier Méndez Núñez. Conjuradas las amenazas de ataque que se cernían sobre la fuerza naval española destacada en aquellas aguas, el Jefe de Escuadra ordenó su definitivo regreso a España, entrando en Cádiz el 20 de septiembre de 1867, tras un intenso viaje de 2 años, 7 meses y 6 días que convirtió a la Numancia en el primer buque blindado de la Historia en circunnavegar la Tierra.
Nuestra Pintura
Para ilustrar esta entrada hemos pintado a la fragata Numancia en el Estrecho de Magallanes, navegando las aguas del continente americano que acarician las gélidas regiones antárticas. La Numancia se hace acompañar en un segundo plano del vapor de ruedas Marqués de la Victoria; ambas naves avanzan impulsadas por el viento y sus motores de vapor, dejando sus chimeneas las trazas oscuras y sucias del humo del carbón que se quema en sus tripas de cobre y acero. Al fondo, la accidentada geología de la zona del Estrecho de Magallanes sirve de imponente escenario pictórico para recrear la gesta de D. Casto Méndez Núñez y sus intrépidos marinos.
El crucero Vizcaya saliendo de Nueva York. Mayo 1898
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Al crucero Vizcaya le tocó en suerte la devolución de la visita de "descortesía" que el
acorazado estadounidense Maine efectuó a La Habana en enero de 1898 sin previo aviso y, por tanto, contrariando las más elementales prácticas diplomáticas y de cortesía naval entonces imperantes. Era una clara provocación que el gobierno español respondió enviando al Vizcaya a la ciudad de Nueva York.
Fue una misión verdaderamente incómoda y peligrosa, pues el navío español llegaba a Nueva York el 19 de febrero de 1898, cuatro días después de que el Maine hubiese saltado por los aires. La difícil situación generada por el hundimiento del Maine en el puerto de La Habana obligaron al Vizcaya a atracar en State Island y a adoptar extremas medidas de seguridad.
Sea como fuere, apenas una semana después, el Vizcaya abandonó el puerto neoyorkino para incorporarse en Cabo Verde a la escuadra del Almirante Cervera. Desde aquí, siguiendo instrucciones gubernamentales, se dirigiría a las Antillas con el resto de sus infortunados hermanos de hierro y madera. Finalmente, el 3 de abril de 1898, el Vizcaya navegaba por última vez: en esa fecha de infausta memoria, la flota norteamericana del almirante Sampson le propinó una enorme granizada de obuses y proyectiles; incendiado, sin gobierno y en medio de terribles explosiones, el Vizcaya embarrancaba unas quince millas al oeste de Santiago de Cuba.
Nuestra pintura militar trata de representar, con las licencias artísticas pertinentes, la salida del Vizcaya del puerto de Nueva York, que luce su recién estrenada Estatua de la Libertad (1886). Irónicamente, el pabellón de cortesía enarbolado por el crucero español pertenece al país que habría de echarlo a pique en algo más de un mes, en el desafortunado combate naval de Santiago de Cuba.
Encárguenos "El crucero Carlos V" o propónganos trabajos específicos.
Hasta ahora en artemilitarynaval habíamos prestado poca atención a la historia naval del XIX. Sin embargo, la importancia del periodo y la belleza de sus barcos nos ha movido a ir llenando este vacío artístico de nuestras pinturas militares. Para ello, hemos realizado este cartón preparatorio para óleo tomando como motivo el crucero "Emperador Carlos V".
Botado en Cádiz en 1895 conforme a las directrices del Programa Naval del Almirante Rodríguez Arias, el crucero protegido Carlos V fue el mayor buque de guerra construido en España hasta la fecha. De diseño inspirado en los cruceros ingleses Blake y Drake, respondía a un concepto mixto acorazado-crucero protegido. Su artillería principal consistía en dos cañones Hontoria de 280 mm, montando en los costados ocho cañones de tiro rápido de 140 mm, además de otros cañones de menor calibre, ametralladoras y tubos lanzatorpedos. La protección del Carlos V no era del todo adecuada a su misión de buque principal y aunque su velocidad era también limitada disponía como contrapartida de un buen radio de acción.
Su entrada en servicio fue casi coetánea a la Guerra Hispano-Norteamericana de 1898, circunstancia que le impidió estar plenamente operativo para tomar parte en el infortunado combate naval de Santiago. Aún así, se trató de llevarlo a Filipinas, pero las demoras en el tránsito a través de Suez hicieron inútil el intento, por lo que la Escuadra del Almirante Montojo estaba destruida antes de que el Carlos V pudiera hacer sentir su presencia en aquel teatro de operaciones.
El Carlos usted, apodo jocoso utilizado para nombrarle, no tuvo una vida operativa excesivamente prolongada: en 1916 fue utilizado como Buque escuela, quedando desde 1923 amarrado a los muelles del Arsenal de El Ferrol como pontón escuela de marinería. Finalmente en 1931 fue dado de baja en las listas de la Armada Española.
Boceto Preliminar
La primera operación artística ha sido la realización del boceto correspondiente a la escena a representar. Como otras veces, fueron varias las opciones y hubo que realizar diversos esbozos de la nave en diferentes posiciones. Finalmente nos inclinamos por el boceto de la imagen: una visión aérea del crucero Carlos V. A partir de aquí, fuimos desarrollando y contextualizando la pintura, introduciendo otros barcos de la misma época. Se trata del Infanta María Teresa y el Vizcaya, ambos cruceros acorazados y hundidos por la flota estadounidense en julio de 1898.
Boceto del crucero Carlos V
Cartones preparatorios para óleos
Nuestros cartones preparatorios son plantillas artísticas exclusivas para las pinturas al óleo de artemilitarynaval. Sirven también para confeccionar otros productos artísticos (láminas, cerámicas, dibujos a plumilla, etc). No se basan en fotografías ni en cuadros ajenos; son escenas totalmente originales que tienen por temática preferente la historia naval y militar de España.
Encárguenos "El regreso del Santa Ana" o propónganos trabajos específicos.
Nuestros cartones preparatorios para óleo son plantillas artísticas exclusivas para apoyar la realización de las pinturas de artemilitarynaval. Sirven también para confeccionar otros productos artísticos (láminas, cerámicas, dibujos a plumilla, etc). No se basan en fotografías ni en cuadros ajenos; son escenas totalmente originales que tienen por temática preferente la historia naval y militar de España.
Esta entrada representa el detalle de la proa del navío de tres puentes Santa Ana, una de las más logradas construcciones navales producidas por España en la segunda mitad del siglo XVIII. En la ilustración puede observarse el león representativo de la Monarquía Española que portaban nuestros navío a modo de mascarón.
Con respecto a la historia del Santa Ana, el primero de los nueve "Meregildos" -poderosos navíos de tres puentes y 112 cañones- dejamos este enlace a Todo a Babor, donde nuestros lectores podrán recabar una interesante síntesis histórica de este afamado navío de la Armada Española.
Boceto Preliminar
La primera operación artística ha sido la realización de los bocetos correspondientes a la escena a representar. Fueron varias las opciones y hubo que realizar diversos esbozos de la nave en diferentes posiciones. Finalmente nos inclinamos por el boceto que mostramos en la imagen: la proa del Santa Ana asomando por el lado derecho de la escena. A partir de aquí, fuimos desarrollando y contextualizando la pintura, dándole una ambientación tranquila y casi nocturna.
Trabajo preparatorio para la elaboración de un óleo en gran formato. Este esquema es utilizable para diversas alternativas artísticas basadas en técnicas tradicionales o de reprografía.
PINTURAS AL ÓLEO: Precio según tamaño:
REPRODUCCIÓN SOBRE LIENZO ENMARCADO:
REPRODUCCIONES Y LÁMINAS:
Los cartones preparatorios para óleo constituyen, como apuntábamos arriba, los esquemas artísticos sobre los que elaboramos nuestras pinturas, sirviendo también de soportes gráficos para la confección de otros productos artísticos, tales como láminas, cerámicas, dibujos a plumilla, etc. Son escenas totalmente originales que tienen por temática preferente la historia naval y militar de España. En este caso se trata de representar la majestuosa navegación de las magníficas construcciones navales que produjo España en la segunda mitad del siglo XVIII. Para ello hemos realizado esta pintura militar del navío Montañés con el velamen desplegado, incluyendo las rastreras del trinquete, para volar sobre las olas de la Mar Océana. El navío ya forra su obra viva con las planchas de cobre que le fueron instaladas en 1805 y que aumentarían sus ya de por sí destacables cualidades marineras.
Con respecto a la historia del Montañes, dejamos este enlace a Todo a Babor, donde nuestros lectores podrán recabar una interesante síntesis histórica de este afamado navío de la Armada Española.
Desarrollo
Esta ha sido la pintura paso a paso para la fase preparatoria del cartón: partiendo del boceto inicial (1), se ha ido progresando en la vertiente de forma y volúmenes, pero trabajando al principio en blanco y negro (2). Las aproximaciones gruesas iniciales han ido elaborándose paulatinamente para preparar el trabajo en color. La aplicación de éste ha sido suave al principio (3) para ir saturándolo progresivamente en combinación con los ajustes tonales que se han considerado necesarios. Los últimos retoques se han reservado para los gallardetes y pabellones que enarbolaban los buques de aquella época.
El galeón fue el buque oceánico por excelencia durante los siglos XVI y XVII. En principio no se trataba de un barco puramente militar, pues originariamente su principal cometido pasaba por el transporte de mercancías de la Carrera de las Indias. Poco a poco, fue aumentando su poder artillero en detrimento de la carga a transportar hasta evolucionar hacia el navío de línea, barco enteramente militar y núcleo principal de las escuadras navales del siglo XVIII, incluida la Armada Española. El nombre de galeón parece ser que deriva de la galera, aunque desde el punto de vista constructivo tiene poco que ver el uno con la otra; la primera vez que aparece mentada la denominación de galeón es en una relación de naves que en el año de 1509 zarpó de Cartagena rumbo a la conquista de Orán.
Nacido de la confluencia de las tradiciones marítimas mediterránea y cantábrica, el galeón fue la respuesta ibérica al desafío naval de las rutas oceánicas abiertas por el Descubrimiento de América. Tiene además este barco otra particularidad significativa, pues marca los primeros tanteos para la normalización, a través de ordenanzas dictadas al efecto, de la construcción naval sobre presupuestos científicos en España.
Sin embargo el galeón español arrastró siempre un problema de diseño que viciaba notablemente su comportamiento en la mar, dejándole en inferioridad de condiciones contra barcos mucho más marineros como, por ejemplo, los ingleses. En efecto, el monopolio sevillano del comercio indiano obligaba a los astilleros españoles a construir sus galeones con una limitación importante: sus medidas debían ser tales que les permitiesen pasar la Barra de Sanlúcar, con independencia de los condicionantes técnicos que reclamaban reiteradamente los constructores navales de la Cornisa Cantábrica.
En cualquier caso, en el siglo XVI el galeón era un buque de unos 45 metros de eslora, con una arboladura de tres palos -trinquete, mayor y mesana- y grandes velas cuadras; su gran gavia en el palo mayor era casi la mitad de su superficie vélica; por su parte, el mesana, cerca de la popa, montaba una vela latina y, sobre ella, una cuadra. Evidentemente, conforme aumentaron de tamaño, se fueron incorporando palos y velas: en los más grandes, un cuarto palo o contramesana montaba una vela triangular cuyas escotas iban cazadas al botalón, o palo horizontal que sobresalía por la popa de la nave.
En cuanto al casco propiamente dicho, si las proporciones tradicionalmente utilizadas en la construcción naval eran de 3:2:1 (eslora triple que la manga y manga doble que el puntal), pasan para el galeón a la fórmula 4:2:1, esto es, el barco se alarga en las líneas y da lugar a una embarcación más estilizada y con mejor comportamiento hidrodinámico. En documentos venecianos del siglo XVI se describen las dimensiones de un galeón: eslora entre perpendiculares 41,3 m, eslora en la quilla 30,5 m, manga 10 m. Respecto a su desplazamiento, éste fue variando progresivamente desde las 300 toneladas hasta las más de 1000 toneladas en tiempos de la expedición naval de 1588 contra Inglaterra.
Fase Final: sobre la base del dibujo que se muestra debajo de estas líneas, se ha ido completando el sombreado y se ha trabajado finalmente el color en barco, cielo y mar, dándole las tonalidades necesarias para contextualizar la escena en un atardecer próximo al ocaso. Hemos querido enfatizar los colores del pabellón naval de la Armada Española que fue inaugurado durante la vida operativa del Santísima Trinidad.
Fase dos: sobre el esquema anterior se ha ido perfeccionando el dibujo a lápiz, detallando formas y decoración del espejo de popa del navío para el ulterior trabajo al óleo que ejecutará con sabiduría y paciencia Alejandro Vallespín. Por otro lado, he modificado algo el vuelo de la bandera para mejorar la vista de los colores y del escudo.
Fase inicial: en esta fase, se ha elaborado un esquema a lápiz para centrar la composición y elementos generales de la obra. La siguiente fase consistirá en progresar el trabajo a lápiz, con especial incidencia en detallar el espectacular trabajo decorativo del espejo de popa del navío. El modelo tomado para este menester es la maqueta obrante en el Museo Naval (Madrid), aun cuando dicha réplica está referida a un Santísima Trinidad anterior a la adición de la cuarta cubierta ya mencionada.
El navío Santísima Trinidad ha sido objeto de varias entradas de este blog. Sin embargo, su majestuoso diseño, su potencia de fuego y su gloriosa historia nos han animado a continuar trabajando sobre uno de los buques de guerra más famosos de todos los tiempos.
En este caso, nuestra tarea artística consistirá en recrear un fondeo del Santísima Trinidad en una costa cualquiera. En la escena, el barco dispondrá de la cuarta cubierta que se le añadió en 1796, tras entrar en dique para realizar una serie de obras que mejorasen sus deficientes condiciones marineras. En aquella sazón se forró exteriormente el casco con tablones para ensanchar su manga y darle más estabilidad, añadiéndole la cuarta batería que le convirtió en el único navío de cuatro puentes del mundo, con un total de 130 piezas de artillería.
Respecto a la bandera, el buque enarbolará el pabellón rojo y gualda aprobado por el rey Carlos III el 28 de mayo de 1785 para los buques de la Armada Española.
Esta pintura naval representa al crucero Almirante Cervera, apodado "El Chulo del Cantábrico" por su actuación en este mar durante la Guerra Civil. Formó parte de la Armada Nacional durante todo el conflicto, siendo gravemente averiado en febrero de 1938 por la aviación republicana, que le coló una bomba por la chimenea de popa durante un combate en el Mediterráneo. La bomba no llegó a explotar, pero los desperfectos fueron muy serios y la seguridad de la nave quedó gravemente comprometida. Finalmente, el arrojo del capitán y abuelo del autor de la lámina, D. Enrique Zamora Barranco, al mando de los maquinistas del "Almirante Cervera", pudo neutralizar la amenaza a riesgo de su propia vida y solventar tan difícil situación.
La ilustración está confeccionada sobre acuarela y trabajo digital, a base del manejo del ratón a modo de pincel.