Aunque la aparición de organizaciones armadas para la custodia de reyes y emperadores es de origen remotísimo, las guardias de Corps, en tanto denominación específica de una fuerza militar de tropa escogida para la protección del monarca, tuvo su origen en Francia durante el reinado de Luis XII (1498-1515). No obstante, el cuerpo militar más antiguo de Europa dedicado a estos menesteres fueron los Monteros de Espinosa, de la inmortal Corona de Castilla.
La presente lámina ilustra un Guardia Real de la época de Isabel II con el brillante uniforme de Gran Gala.
Con esta entrada, iniciamos nuestros trabajos sobre los ejércitos extranjeros que, a lo largo de la historia y como enemigos o aliados, han combatido en suelo patrio. Ilustraremos nuestro primer trabajo de esta temática con un húsar francés del 4º regimiento con el uniforme de campaña correspondiente a los años de la Guerra de Independencia (1808-1814).
Disponible en lámina u óleo.
BREVE RESEÑA DEL 4º DE HÚSARES FRANCESES
Fueron creados en 1783 como caballería ligera de exploración, desempeñando un papel destacado en las guerras napoleónicas (1803-1815). Iban armados de sable curvo y pistola los oficiales. En el combate su principal función consistía en debilitar al enemigo con escaramuzas y cargas rápidas pero sin empeñarse en él. Sus uniformes eran coloridos y muy llamativos, con una pelliza de piel gruesa, rígida y profusamente decorada que protegía de cortes de sables y bayonetas. En España fueron vistos en diversas batallas como La Coruña o la Albuera y, dadas las difíciles características de la guerra en España, como escoltas de convoyes y suministros.
Damos entrada al uniforme que portaban los Ordenanzas de Cabrera del pretendiente Don Carlos, durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Disponible en lámina u óleo.
BREVE RESEÑA DE LOS ORDENANZAS DE CABRERA
Como ya comentábamos en la entrada correspondiente a los Húsares de Ontoria, la caballería carlista era escasa y, salvo contadas excepciones, de poca calidad y mal equipada. Una excepción a esta regla general fueron los Ordenanzas de Cabrera.
Pertenecientes al Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia, los Ordenanzas de Cabrera conformaban una unidad de tropas de Estado Mayor, de entidad escuadrón y de unos 100 jinetes armados con carabina. Al ser tropas de élite portaban unos uniformes espléndidos, con casaquillas de rojo vivo y boinas verdes. Los pantalones azules con banda roja estaban reforzados por la entrepierna, para protegerlos del desgaste.
Damos entrada al uniforme que portaban los Húsares de Ontoria del pretendiente Don Carlos, durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Disponible.
BREVE RESEÑA DE LOS HÚSARES DE ONTORIA
En general, los ejércitos carlistas adolecían de una escasa caballería, y ésta de poca calidad y mal equipada. No obstante este panorama, los dos escuadrones de Húsares de Ontoria del general Balmaseda fueron una excepción, a la que también se unió el escuadrón denominado Ordenanzas de Cabrera.
Los Húsares de Ontoria operaron como caballería ligera de lanzas y sable. En el frente de Castilla tuvieron una actuación destacada y fueron temidos de las fuerzas liberales. En 1839, tras rehusar adherirse al Convenio de Vergara, se unieron al general Cabrera, con el que combatieron en el frente del Maestrazgo hasta el final de la guerra.
Su uniforme consistía en un dolmán blanco con cordonadura roja y verde en los alamares y pelliza de piel de lobo o carnero. Su prenda de cabeza era una boina azul.
Nueva Pintura militar original de nuestra colección de uniformes históricos de la Guardia Civil. En este caso, hemos trabajado sobre un soporte de madera de boj (35 x 25 cm), utilizando pinturas metálicas para enfatizar botonaduras, chapas y componentes del armamento.
Disponible
El problema del bandolerismo
Dado el estado de inseguridad creado en zonas rurales tras las guerras carlistas, el gobierno de Luis González Bravo promovió la creación de una fuerza militar para la conservación del orden público y la protección de personas y propiedades. De este modo, y tras algunos tanteos preliminares, el 13 de mayo de 1844 se publicaba el decreto fundacional de la Guardia Civil.
Una de las primeras intervenciones de la Guardia Civil fue evitar el asalto a la diligencia de Extremadura. Otros éxitos de este periodo son la muerte del mítico Bandolero Andrés López (Curro Jiménez en la ficción); también fueron neutralizados otros célebres bandoleros como El Tempanillo y Luis Candelas. Al final, el bandolerismo rural quedó controlado y, por tanto, cumplido el primer objetivo del Cuerpo.
La Figura
Representa un guardia civil de infantería uniformado para el servicio ordinario de la época fundacional. Los elementos más notables de esta uniformidad, aprobada por Real Orden de 15 de junio de 1844, eran: sombrero con galón de hilo blanco; levita de color azul con cuello; vueltas y solapas encarnadas; y pantalón azul.
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De origen húngaro, los húsares fueron creados a finales del siglo XV en el contexto de la duras luchas que Hungría hubo de sostener contra la penetración turca en su territorio. La palabra húsar proviene de los vocablos húngaros "husz" (veinte) y ar (renta). Es decir, el reclutamiento de las unidades de húsares corría a cargo de la aristocracia propietaria de tierras, de modo que cada terrateniente debía aportar a la caballería ligera un hombre por cada veinte que tuviera a su cargo o del que recibiera renta.
En esta primera época, el húsar era equipado con sable, lanza y armadura ligera. Más tarde, su incuestionable valor y eficacia en el combate convirtió a las unidades de húsares en tropas de élite, fácilmente reconocibles por sus vistosos y elegantes uniformes. Poco a poco, el modelo nacido en Hungría sería adoptado por prácticamente todas las potencias europeas, desde Francia, Polonia y Alemania, hasta Gran Bretaña y España.
La Figura
La figura de esta entrada representa una pareja de soldados del Regimiento de Húsares de Pavía de finales del XIX, ataviados con el vistoso uniforme que esta célebre unidad utilizaba en paradas y desfiles. Actualmente, y tras vicisitudes organizativas varias, el Pavía es un Regimiento de Caballería Ligero Acorazado, estando integrado en la Brigada de Caballería “Aragón I” con base en Zaragoza. En fin, el Pavía a cambiado el sable y el portapliegos por los vehículos de guerra más avanzados. Sin embargo, el espíritu jinete de los indomables Húsares del Pavía sigue cabalgando, como siempre, a lomos de sus modernas monturas de fuego y acero.
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Nueva Pintura militar original para ampliar nuestra colección de uniformes históricos de la Guardia Civil.
Disponible.
La Guardia Civil en 1900
El año 1900 marca para España no sólo el cambio de siglo, señala también el eje de unos años de transformación de gran trascendencia histórica. Dos años antes, el desastre de ultramar hería en lo más profundo el alma y el cuerpo de España: la llegada y repatriación de miles de combatientes en condiciones de miserable abandono creaba una clima nacional deprimente que tuvo un enorme impacto político, económico y social. A ello había de sumarse la pérdida de la flota y el desfonde financiero que supusieron las infelices guerras de Cuba y Filipinas. Dos años después del cambio de siglo asumía sus funciones el rey nacido rey, esto es Alfonso XIII. Mientras tanto, la agitación obrera de orientación anarquista se agudiza y obligaba a proclamar el estado de guerra en toda España (1901), involucrando a la Guardia Civil en duras tareas de mantenimiento del orden público.
Por lo demás, para 1900 la Guardia Civil se ha consolidado como institución y ya cuenta con más de medio siglo de existencia. Sus notables servicios, su disciplina y su eficacia han conquistado la confianza mayoritaria de la nación. Así, la españolísima creación del Duque de Ahumada ha logrado arraigar plenamente en el ser colectivo de España y conformar una sólida organización que hace decir a Benito Pérez Galdós, precisamente en 1900 que "fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil".
La Figura
La figura de esta entrada representa un guardia civil con el uniforme para servicio de Infantería. El guardia de nuestra pintura, ataviado según las disposiciones de uniformidad aprobadas por Real Orden de julio de 1889, realiza una comprobación propia del servicio peculiar del Cuerpo. Lleva la cartera de caminos y la capota de abrigo en bandolera. Los galones sobre el brazo derecho, denotan los reenganches o años de servicio.
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Nueva Pintura militar original de nuestra colección de uniformes históricos de la Caballería Española.
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Carabineros de la Guardia Real en 1815
El regreso de Fernando VII, una vez terminada la Guerra de Independencia (1808-1814), marcó una profunda reorganización de las fuerzas militares destinadas a la seguridad y protección de la Real Persona. Sin embargo, la Brigada de Carabineros Reales, de cuyo nacimiento y posterior desarrollo ya hablamos en la entrada que dedicamos a los carabineros en la época inmediatamente anterior a la guerra contra Napoleón, apenas tuvo variaciones orgánicas significativas: sus cuatro escuadrones del final del reinado Carlos IV, fueron mantenidos casi intactos cuando "El Deseado" ciñó de nuevo la corona denigrada en Bayona en mayo de 1808.
No obstante, la guerra sí influiría de modo notable en el equipo e indumentaria de los carabineros reales. Así, el castizo uniforme de "los de la correa ancha" previo al conflicto, daría paso a otro de estilo muy francés, como el de nuestra figura. Puede que su adopción fuese producto del material capturado a los franceses durante el conflicto; lo cierto es que el casco era netamente francés, como también las corazas con las que se equiparon a los jinetes de los escuadrones de la Brigada. Nuestra lámina representa a uno de estos carabineros de posguerra, aunque desprovisto de la coraza correspondiente.
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Pintura militar original con la que seguimos incrementando nuestra colección de uniformes históricos de la Caballería Española.
Disponible.
Granaderos de la Guardia Real en 1838
Encuadrados en el Regimiento de Guardias de la Real Persona, cuyo coronel general sería el mismísimo Fernando VII, los granaderos eran fuerzas de caballería asignadas a la protección directa del Rey. En un principio, esta escolta a caballo de la Real Persona se organizó sobre la base de cuatro escuadrones, de los cuales dos serían de granaderos y otros dos de caballería ligera, llegando a alcanzar una plantilla total de 800 jinetes. Estas unidades no tendrían larga vida, pues fuertemente reducidas en 1838, acabaron definitivamente disueltas en 1841, junto al Cuerpo en el estaban integrados.
La figura que hemos pintado para esta entrada, representa a un granadero de la Guardia Real con el uniforme de campaña usado durante la Primera Guerra Carlista. Destacan su característico pompón esférico de pelo de oso y los pantalones con refuerzos de cuero tan en boga en aquella época.
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Con esta entrada de pintura militar original, seguimos incrementando nuestra colección de uniformes históricos de la Caballería Española.
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Carabineros de la Guardia Real en 1805
Como ya dijimos en una entrada anterior, originalmente los carabineros eran soldados de caballería con misiones de exploración y descubierta no encuadrados en unidades diferenciadas. Sin embargo. a partir de 1732 se decidió reunirlos como tropa real en la Brigada de Carabineros Reales, pasando a ser el primer cuerpo de caballería del Ejército, solo por detrás de los Guardias de Corps.
En tiempos de Carlos IV, la Brigada de Carabineros Reales aumentó su fuerza respecto a la época precedente, llegando a tener un 4º escuadrón y un total de 828 plazas.
La figura aquí incorporada representa un carabinero real con el uniforme contemporáneo a los sucesos de mayo de 1808; la hemos realizado siguiendo las aportaciones uniformológicas de D. José María Bueno. La bandolera de la que colgaban sus carabinas era especialmente ancha, de tal modo que serían conocidos por los franceses durante la Guerra de Independencia como "los de la correa ancha".
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Con esta entrada de pintura militar original, aumentamos nuestra colección de uniformes históricos de la Caballería Española.
Disponible.
Los cazadores de la Guardia Real en 1831
La División de Caballería de la Guardia Real Exterior, creada por Reglamento de 1 de mayo de 1824, disponía de una brigada de línea y otra ligera, dentro de la cual se integraba, junto con un Regimiento de Lanceros, el Regimiento de Cazadores representado en la figura de nuestra ilustración.
Aunque la misión principal de las unidades montadas de la Guardia Real se centraba en la seguridad de la Real Persona y edificios palaciegos, las vicisitudes de la Primera Guerra Carlista (1833-1840) obligaron al empleo de sus fuerzas en los duros combates que fueron necesarios para contener y sofocar la sublevación carlista.
Precisamente, en las operaciones llevadas a tal efecto por el general Iribarren, Virrey de Navarra, para impedir el paso del Ebro por la columna carlista del general Iturralde, tuvo lugar en Lodosa un épica carga de los escuadrones de lanceros y cazadores de la Guardia Real para desalojar al enemigo de las alturas que dominaban el paso del Ebro a la altura de dicha localidad. La Acción de Lodosa, como se conocería en adelante la hazaña guerrera de los jinetes de la Guardia Real, sucedió el 19 de agosto de 1836 y fue merecedora de la Cruz Laureada de San Fernando.
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Con esta entrada de pintura militar original, iniciamos nuestra particular exploración de los uniformes célebres de la caballería mundial.
Disponible.
Sin lugar a dudas, una de las unidades de caballería más universalmente conocidas es el Séptimo Regimiento de Caballería de los Estados Unidos de Norteamérica. Ello obedece a su carácter icónico en el género cinematográfico del Western hollywoodiense, en cuyas películas la llegada in extremis del 7º de Caballería, con el inconfundible acompañamiento musical de su toque de corneta, anunciaba la infalible salvación de los colonos blancos de manos de los salvajes indios cortacabelleras.
Little Bighorn
Tal y como representa la épica cinematográfica norteamericana ligada a la Conquista del Oeste, el Séptimo Regimiento de Caballería nació en el contexto de las guerras sostenidas por los EE.UU contra las tribus indígenas de Norteamérica, concretamente en el año 1866.
Precisamente en uno de estos conflictos, en el de la lucha del Ejército de los Estados Unidos contra los indios sioux, cheyennes y arapahoes del territorio de Dakota, el 7º de Caballería protagonizó, en los años posteriores a la Guerra de Secesión norteamericana (1860-1864), uno de los desastres más sonados de la historia militar estadounidense: la batalla de Little Bighorn de 25 de junio de 1876.
En efecto, en mayo de 1874, el coronel Custer, jefe del 7º de caballería, recibió la misión de sofocar la rebelión india del territorio de Dakota. Desatendiendo las más elementales medidas de prudencia y llevado por las prisas, Custer forzó a sus hombres hasta el agotamiento. Además, para evitar retrasos en la marcha de su columna, Long Hair -apodo utilizado por los indios para referirse al jefe del regimiento- prescindió de las armas pesadas de su unidad. Por último, Custer decidió dividir sus fuerzas en dos columnas, de modo que, finalmente, la concurrencia de tales desatinos y, probablemente, una olímpica infravaloración del enemigo, convirtió la expedición de castigo indio en un desastre militar en el que el regimiento perdió la mayor parte de sus efectivos.
Nuestra lámina
Sea como fuere, nuestra pintura representa a un miembro del Séptimo Regimiento de Caballería del Ejército de los Estados Unidos portando el famoso uniforme tan familiar en todo el mundo por su proyección cinematográfica. Probablemente no haya habido en la historia del la uniformología una vestimenta militar más popular y conocida que al azul-amarillo del 7º de Caballería.
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El Almansa en 1808
Herederos del Tercio de Dragones de Hartman, creado en Flandes a finales del siglo XVII, los cerca de 500 jinetes de los Dragones de Almansa formaban parte de las fuerzas españolas que, en la primavera de 1808 y al mando del Marqués de La Romana, se encontraban estacionadas en Dinamarca al servicio de Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses.
Durante su estancia escandinava, los Dragones de Almansa permanecieron reunidos en la península de Jutlandia, pero los sucesos que se desarrollaron en España a partir de mayo de ese año, aconsejaron al mando francés a diseminar las fuerzas españolas a lo largo y ancho del territorio de Dinamarca. El cuartel general del Marqués de la Romana fue establecido en Nyborg, distribuyéndose las unidades españolas entre diversas islas danesas y el continente. Los de Almansa quedaron en las proximidades del cuartel general, en la isla de Fionia.
juramento a Pepe Botellas
En estas estaban cuando llegaron las órdenes por las que debían prestar juramento de fidelidad al Rey José Bonaparte, lo que produjo enormes tensiones que se incrementaban a medida que llegaban las noticias de los sucesos patrios. Con perfidia se logró que algunas unidades jurasen lealtad al usurpador de la corona española, sostenido en su trono por las bayonetas de los ejércitos franceses de ocupación. En Fionia, la isla donde se encontraban acantonados los Dragones de Almansa, el juramento se desarrollaba de manera desigual e incompleta, hasta que los jinetes del Almansa interrumpieron la lectura de la orden con los atronadores gritos de ¡Viva España y muera Napoleón! que salían de las viriles e indignadas gargantas de aquellos centauros indomables. Al final, se formó un caos que acabó por romper las formaciones preparadas para prestar el inicuo juramento.
Regreso a España
En tales circunstancias, y con la vista puesta en regresar a la Patria para defenderla de la traidora agresión francesa, se trabó contacto con los buques británicos sitos en la bahía de Lageland, con cuyos oficiales se acordó un plan de evasión.
Las primeras providencias consistieron en la toma de Nyborg por las fuerzas españolas, después se pasaría a la isla de Lageland, donde debían reunirse todas las unidades para su traslado a España. Sin embargo, la traición del juramentado general Kindelán, que alertó al mando francés de los preparativos de regreso, impidió el éxito completo de la operación. Así, el Regimiento Algarbe, del Rey y del Infante, fueron obligados a rendirse a las fuerzas francesas enviadas para impedir la fuga.
Tras su evacuación de Dinamarca, el Regimiento Almansa se incorporó al Ejército de Galicia, quedando posteriormente encuadrado en las fuerzas extremeñas del general Cuesta. Su primera acción notable se produjo el 21 de marzo de 1809, en Miajadas, cuando los escuadrones del Almansa y del Regimiento del Infante, sorprendieron a las vanguardias de caballería del general Lasalle y las aniquilaron.
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En entradas anteriores de este Blog de obras originales de pintura militar, habíamos ilustrado ya uniformes históricos de la Guardia Civil. Concretamente trabajamos los correspondientes a 1844 y 1856, aunque fueron pintados sin montura.
Toca ampliar la colección de uniformes militares españoles con el de gala que vestían los oficiales de caballería de la Benemérita en 1879, sólo que en esta ocasión irá montado a lomos de su caballo.
Figura en Proceso.
Boceto preparatorio.
Esta figura, que como delata la posición de las divisas en la manga responde al reglamento de uniformidad de 1860, la vamos a situar temporalmente en 1879 por ser un año importante en la historia de Instituto, pues fue el de la colocación de la primera piedra por S.M. Alfonso XII de las obras del primer Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil.
Pocos meses antes, en noviembre de 1878, las Cortes españolas promulgaban la Ley constitutiva del Ejército, por la que la Guardia Civil era parte consustancial del Ejército de Tierra; situación jurídica que mantenía el estatus organizativo y disciplinario de la Guardia Civil como fuerza del Ejército con funciones policiales, tanto militares como civiles, y de seguridad pública. Esta situación se mantuvo más o menos invariable hasta que en 1986, con la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la Guardia Civil se desgajaba del Ejército de Tierra, aunque seguía manteniendo su naturaleza militar.
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Con esta entrada incorporamos una nueva aportación a nuestra colección de uniformes militares españoles, aunque en este caso es complementaria del trabajo que hicimos en su momento sobre un lancero del Regimiento de Caballería 2º de Ligeros. En realidad, como también apuntábamos allí, era ésta una denominación transitoria y despersonalizada del Regimiento Pavía, cuya desaparición temporal entre 1824 y 1844 estuvo ligada a las convulsiones políticas de la posguerra napoleónica.
Sea como fuere, y a diferencia de la referencia anterior, se trata ahora de un soldado perteneciente al escuadrón de carabineros del afamado Regimiento.
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Continuamos ilustrando láminas militares sobre los ejércitos carlistas dando entrada al uniforme que portaban los tambores de los Batallones de Tortosa, unidades del pretendiente Don Carlos que operaban en la zona del Maestrazgo durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Disponible.
BREVE RESEÑA DE LOS BATALLONES DE TORTOSA
Los Batallones de Tortosa formaban parte del Ejército Real de Aragón, las tropas carlistas que, bajo el mando del famoso general Cabrera, operaron durante la Primera Guerra Carlista en el levante y oriente peninsular. El centro de mando del "Tigre del Maestrazgo", como era conocido Don Ramón Cabrera y Griñó, se situó en la localidad turolense de Cantavieja, en el mismísimo corazón de la comarca del Maestrazgo.
Los Batallones de Tortosa, una respetable fuerza de unos 3.000 hombres, constituían lo más selecto del ejército de Cabrera y se integraban en la 1ª Brigada de la División Auxiliar de dicho general. Su acción de guerra más conocida fue la Batalla de Maella (Zaragoza), donde las armas carlistas del "Tigre del Maestrazgo" lograron, el 1 de octubre de 1838, una importante victoria sobre una de las mejores unidades del ejército isabelino: la division "Ramillete" del general Ramón Pardiñas, que tributó con su muerte la derrota frente a Cabrera.
La figura representa al tambor que existía en cada unidad tipo compañía. Va tocado con la boina blanca característica de las tropas carlistas de Aragón y cuya borla, por medio del color, era el distintivo identificativo de unidad. Otro aspecto singular de esta vestimenta eran los galones en ángulo de Casa Real que llevaban en las mangas. El tambor muestra la calavera con las tibias cruzadas sobre fondo negro que abanderaban los Batallones de Tortosa del "Tigre del Maestrazgo"
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El rayadillo constituyó una de las estampas más representativas de la milicia española durante la segunda mitad del siglo XIX, especialmente identificativa de las tropas que aseguraban la soberanía de España sobre sus posesiones de Ultramar.
Por esta razón, El INFANTE ha querido ilustrar con una obra original tan emblemático atuendo militar. A tal efecto nos encargó la pintura de un Teniente Coronel de Infantería con el característico uniforme tropical que portaban las tropas destacadas en Cuba, en la época inmediatamente anterior al Desastre del 98.
El rayadillo, o uniforme de tela blanca confeccionada en hilo listado de color azul, comenzó a utilizarse reglamentariamente en Cuba desde febrero de 1856. Poco después, en 1860, volvieron a regularse nuevas disposiciones sobre uniformidad de campaña en esta isla tropical, estableciéndose su composición a base de blusa, pantalón y polainas de "coleta azul", es decir, tela con listas azules y blancas cuya separación fue reduciéndose progresivamente hasta acabar en el mil rayas o rayadillo. Sin embargo, el típico sombrero de palma es, reglamentariamente hablando, ligeramente anterior al rayadillo, pues el "Jipijapa" fue aprobado formalmente como prenda de cabeza para las tropas españolas de Cuba en enero de 1855. Conviene decir que el llamado "Jipijapa" es un sombrero Panamá que debe su nombre a la ciudad ecuatoriana de la que es originario. Para tocar los uniformes rayadillos, el "jipijapa" iba adornado con una escarapela rojigualda y las divisas de empleo.
En 1876, y con el fin de unificar la abigarrada y heterogénea vestimenta de oficiales y tropa, se decide reglamentar un solo diseño para diario y campaña y para todas las unidades: la blusa sería listada, el pantalón color tierra y como sombrero se usaría el "jipijapa". Sólo a partir de la nueva reglamentación de 1880, el pantalón será también listado y con ello, la totalidad de las prendas reglamentarias del Ejército de Cuba y Puerto Rico.
Como antes se ha dicho, la figura representa a un Teniente Coronel de Infantería, razón por la cual lleva las bocamangas de color rojo con las divisas de su empleo en dorado; calza botas de montar y va tocado con el “Jipijapa”, aunque la escarapela rojigualda del sombrero no es visible en la figura; porta asimismo la guerrera-blusa con 6 botones y cuello vuelto de la misma tela con emblema de Unidad. Por último, lleva en el cuello una gola, recuerdo simbólico de las antiguas armaduras y que se llevaba como distintivo de prestación de servicio de armas.
Damos nueva entrada dedicada a la uniformología militar de España, en concreto al uniforme que portaban los lanceros de Guipúzcoa del pretendiente Don Carlos, durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
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BREVE RESEÑA DE LOS LACEROS DE GUIPÚZCOA
El Escuadrón de Lanceros de Guipúzcoa era una unidad de caballería integrada en el Ejército Carlista del Norte, comandado por el célebre General Zumalacárregui. Nutrido de jinetes guipuzcoanos, su entidad habría de ser más bien escasa debido a la falta de tradición hípica de su zona de reclutamiento. Su cometido principal fue prácticamente el de apoyar a la Infantería, pues su escasa importancia numérica no le permitía ir más allá de las áreas controladas por el Ejército de Zumalacárregui.
En general puede decirse que la gran debilidad del Ejército Carlista del Norte fue precisamente su exigua caballería, derivada principalmente de la escasez de caballos y jinetes en sus principales bases estratégicas, esto es, Vascongadas y Navarra. Esta desventaja impidió que la acción militar pudiera
adentrarse de forma estable en las planicies castellanas, donde el terreno favorecía la acción de la caballería y, por tanto, a la manifiesta superioridad que los isabelinos podían desplegar en tales circunstancias. De este modo, y salvo la Expedición Real de 1837, el ámbito de la lucha para el Ejército Carlista del Norte se focalizaría en torno a la montaña vasco-navarra.
La figura representa un lancero del Escuadrón de Guipúzcoa hacia 1838 portando uno de los más conocidos uniformes del Ejército Carlista. Aun cuando debe hablarse con reserva en lo que a uniformidad de refiere y el uso de la pelliza roja no está plenamente confirmado como prenda reglamentada -más bien se sospecha que pudieran ser variantes de paño elegidas por los soldados para acomodarse a la moda de los "spencer" de piel vigentes en aquel entonces- lo que sí parece desprenderse de la documentacón gráfica disponible sobre la Primera Guerra Carlista, es que estas prendas sí fueron utilizadas por los jinetes guipuzcoanos que militaron en la filas de Don Tomás de Zumalacarregui.
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Seguimos elaborando ilustraciones originales sobre uniformología de los ejércitos españoles. Ahora damos entrada a una nueva lámina militar del uniforme, tomando esta acepción en un sentido muy lato, que portaron los miembros de la famosa partida de guerrilleros que cristalizó en torno a la figura de Don Julián Sánchez "El Charro".
Don Julián Sánchez García fue uno de los más célebres guerrilleros de la Guerra de Independencia española (1808-1814). Su principal área de operaciones se centró en la Provincia de Salamanca.
Oriundo de tierras salmantinas, nació Don Julián en 1774 en el seno de una familia campesina de estatus acomodado. Cursó estudios de la mano de un sacerdote hasta que, con diecinueve años, se incorporó a los Ejércitos Reales en una época en la no faltaron ocasiones para demostrar su valor. Así, participó en las guerras del Rosellón y fue herido y hecho prisionero en el asedio a Tolón en apoyo de los realistas franceses. Tras recobrar la libertad, se le vió nuevamente combatiendo en la defensa de Cádiz contra los ingleses (1797), donde volvió a ser herido por un proyectil. En 1801, ya repuesto, participó en la guerra de las Naranjas contra Portugal, cuyo victorioso final le permitió licenciarse ese mismo año para casarse y retomar, tras ocho años de intensa vida militar, su actividad de mayoral en su Salamanca natal.
Después de unos años de tranquilidad dedicado a sus tierras y familia, en 1808, al estallar la Guerra de la Independencia, Don Julián vuelve a incorporarse al Ejército, alistándose en el Regimiento de Caballería que se preparaba en Salamanca para combatir a las águilas francesas. Sin embargo, "El Charro", llevado por su temple de guerrero y una audacia sin límites, pronto de inclina por la guerra irregular, sustituyendo las insignias de alférez y los uniformes de ordenanza del ejército regular por el traje y silla de garrochista del campo charro. Así pues, corría el año 1809 cuando inician sus primeras acciones los doce "lanceros" de Don Julián, que andando el tiempo habrían de ser la peor pesadilla de los franceses en tierras de Salamanca. Su renombre hace crecer su partida guerrillera, de modo que los ahora "Doscientos de Don Julián" (1809), se adscriben a las fuerzas del general inglés Wilson, aunque conservando una gran autonomía táctica y estratégica. Los Charros de Don Julián siguen creciendo hasta convertirse primero en el Regimiento Ligero de Lanceros de Castilla y, después, en la Brigada de Don Julián, denominación que le otorga el Ejército de Wellington a partir de 1810. Finalmente, en 1811 la Brigada abandona la actividad guerrillera y es encuadrada como unidad de caballería del ejército regular, cambiándose las vestimentas charras por los uniformes reglamentados. A partir de este momento, las vicisitudes de la Brigada "Don Julián" siguen el curso de los ejércitos aliados del Duque de Wellington hasta el final de la guerra.
La ilustración que mostramos en esta entrada trata de representar los atuendos que llevaban los Charros de Don Julián antes de la "regularización" de 1811, con elementos diversos y heterogéneos, algunos de los cuales eran procedentes del despojo del enemigo. En este enlace mostramos el PROCESO DE DESARROLLO DE LA LÁMINA.
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Continuando con la elaboración de ilustraciones originales sobre uniformología de los ejércitos españoles, damos entrada a una nueva lámina militar del vistoso uniforme que portaron los miembros del Escuadrón de Artillería Ligera de la Guardia Real, en la época de Fernando VII.
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RESEÑA DEL ESCUADRÓN DE ARTILLERÍA DE LA GUARDIA REAL
En la época de la figura montada que hemos representado (1824), la Guardia real estaba sometida a una reorganización en profundidad que dio como resultado la creación de una Guardia Real de Línea, con misión de proteger a la Real Persona y los edificios palaciegos, y otra Provincial, de entidad divisionaria y organizada como testimonio real a la fidelidad demostrada por los Regimientos de Milicias Provinciales.
En lo que a nuestra ilustración concierne, el soldado representado pertenecía al Escuadrón de Artillería de la la Guardia exterior, que era la facción de la Guardia Real encargada de proteger el exterior del palacio y de las Reales Personas cuando se desplazasen fuera de él. Además del citado Escuadrón de Artillería, la Guardia exterior contaba con una division de Infantería, compuesta de dos brigadas de línea, una división de Caballería, una compañía de zapadores-minadores y una compañía del tren.
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